Rechinaban los goznes del bronce
y las pibas fletaban pa' dentro
cuando él iba llegando al encuentro
entre el barrio peruano y el Once.
Y en el muro de atrás de las vías
ella, sola, esperaba, paciente,
sus cariños y oir nuevamente
los embustes que el siempre decía:
"Nunca he de morir, siempre viviré
siendo un poco vos o recordando cómo fue
el día cuando llegue y no te encuentre
queriendo mis caricias y mi voz.
Nunca he de morir, siempre volveré
a respirar tu aura de sentina y de rapé,
y a traerte carromatos de oropeles
y a darle el mundo entero a nuestro amor".
Caburé de los cien arrabales,
una noche de tranca y de faldas
vio llegar al salir por su espalda
esa bala con sus iniciales.
Y en el muro de atrás de las vías,
una vida después, ella espera,
sola, el sueño de creer que estas fueran
esas noches cuando él le mentía:
"Nunca he de morir, siempre viviré
siendo un poco vos o recordando cómo fue
el día cuando llegue y no te encuentre
queriendo mis caricias y mi voz.
Nunca he de morir, siempre volveré
a respirar tu aura de sentina y de rapé,
y a traerte carromatos de oropeles
y a darle el mundo entero a nuestro amor".