sábado, 9 de octubre de 2010

Resulta
que de un salto a catapulta
cayó el héroe en el gentío
de un otoño medieval.
En suma:
que se emparejó las plumas
y salió, menudo brío,
a buscar su hora fatal.
Tornado
de intenciones animado
por mandato inescrutable
de cumplir con su misión
sagrada,
sus arrestos y su espada
puso a hallar la mano amable
que blandiera su pendón.

Resulta que entre bruna turbamulta
la princesa iba de feria
disfrazada de gentil.
Diretes, dimes, velas y tapetes
regateaba, cosa seria,
mientras marzo se iba a abril.

Resulta
que entre más uno consulta
menos sabe y, piaste tarde,
te corrieron el telón.
La mina
baja la guardia. Él la empina.
La novela está que arde.
La platea pide acción.
En suma
–¿para qué vaciar la pluma?–:
que se vieron, se buscaron,
se sintieron el olor
con ganas,
que pasaron las mañanas
y a medida que pasaron,
la que vino fue mejor.

Resulta que no hay moraleja oculta
en el cuento ni cuentista
que lo cuente y para peor
termina con cantor que desafina
malamente y sin dar pista
de lo eterno de su amor.